Con frecuencia se cree que textura es igual a rugosidad. Esto es así, por ejemplo, cuando se refiere a un campo recién arado; pero un estanque helado puede tener una textura que es tan suave como el cristal. En realidad, la textura es la rugosidad o la suavidad relativas de una superficie, evidenciadas por pequeños detalles generales. La textura se aprecia por el tacto; visualmente depende de la claridad con la que se perciben los detalles de la superficie, lo cual depende de la calidad y la dirección de la luz incidente.
En fotografía la textura debe transmitir una sensación física táctil. Para ello se emplean luces concentradas y rasantes, que pongan de manifiesto incluso las mínimas anfractuosidades de una superficie. Nótese en esta fotografía que la calidad, la dirección y el tono de la luz se unen, para proporcionar un "tacto visualizado".
En una fotografía, la textura rugosa queda manifiesta por el grado de contraste existente entre los lados claros y oscuros de cada detalle, por la diferencia entre los valores de iluminación máxima y las zonas en sombra. La textura suave se advierte por la mínima dispersión que se produce en la luz al incidir sobre una superficie, originando en general una sola área importante de altas luces.
En ambos casos, el efecto es creado por una luz directa especular o semiespecular originada por una fuente definida. Debe provenir de un lado de la superficie en lugar de frontalmente, para que aparezcan sombras discernibles o para que el camino seguido por la luz reflejada no vuelva a su punto de origen, puesto que en tal caso sería mucho menos visible.
La luz general difusa y suave resta importancia a los detalles y, por tanto, minimiza la textura. En especial, cuando incide frontalmente sobre una superficie, la ilumina de manera uniforme, de forma que no pueden percibirse las irregularidades; la superficie resulta uniformemente luminosa y, en consecuencia, parece uniformemente suave.
A partir de estos principios es fácil deducir las técnicas de iluminación para controlar la textura.
Para realzar la textura debe usarse una fuente luminosa intensa, tal como un foco proyector, una unidad de flash de ángulo estrecho o una bombilla descubierta en un reflector brillante. Cuanto más estrecho sea el haz, más especular resulta la luz y crea sombras más oscuras y reflejos especulares intensos. En exteriores debe utilizarse luz del sol directa.
Hay que dirigir la luz a través de la dirección principal seguida por los detalles de la textura. Una luz brillante paralela a las aristas y canales de un trozo de pana, por ejemplo, no revela la textura tan satisfactoriamente como una que forma ángulo recto con la dirección de aquéllos. En general es más fácil mover el sujeto que la fuente luminosa.
El ángulo de la luz con la superficie ha de mantenerse bajo. Al igual que ocurre con el sol de las últimas horas del día, cuanto menor sea el ángulo, más largas resultarán las sombras. Sin embargo, si el ángulo es excesivamente bajo, la textura queda poco definida, ya que las sombras alcanzan zonas que deberían ser las altas luces de los detalles contiguos. El ángulo óptimo puede determinarse fácilmente mirando en la dirección del eje del objetivo al tiempo que se mueve la luz hacia arriba y hacia abajo, o que se desplaza el sujeto en relación a la posición del sol.
La iluminación de textura se efectúa de manera óptima con una luz colocada según un ángulo de 90°. Esta disposición proporciona una relación de contraste lo más alta posible entre los valores claros y oscuros. Obsérvese el notable contraste entre la superficie superior y las zonas en sombra de esta madera.
Si se utiliza únicamente una iluminación de textura de ángulo rasante, las sombras se registran negras, sin detalle, aunque el ojo no las perciba de esta manera. Pueden iluminarse las sombras rellenándolas con luz en sentido opuesto. Para ello es mejor emplear un reflector, en vez de una nueva fuente luminosa, pues así se simplifica el equipo necesario y no se forman sombras dobles.
En el estudio, la luz principal de la textura añade muy poco a la iluminación general. Cuando existan otras características del sujeto al menos tan importantes como la textura, debe establecerse primero la iluminación para aquéllas y añadir seguidamente una luz rasante para la textura. Esta técnica resulta valiosa, por ejemplo, para registrar todo el color y el empaste (variaciones de la superficie) de una pintura al óleo.
Para realzar la suavidad de una superficie debe utilizarse una sola fuente luminosa con un ángulo ligeramente superior al de la iluminación rasante de textura. La fuz ha de dirigirse hacia la cámara, y la fuente tiene que colocarse de manera que pueda ser utilizada como contraluz en ángulo. Se trata de crear reflejos en la superficie, sin dirigir el reflejo especular principal directamente al objetivo; los reflejos desviados hacia un lado o lejos de la cámara no son visibles. Por supuesto que el ángulo de la luz tampoco debe ser tan bajo que el objetivo pueda captarla directamente; para evitar esto resulta muy útil la colocación de un parasol largo.
Para restar importancia a la textura hay que iluminar las superficies frontalmente, con fuentes luminosas altas y difusas. En los días nublados pero luminosos, con sombras claras, deben emplearse focos difusores, paraguas reflectores y flash rebotado, que proporcionan una iluminación que tiende a suprimir el detalle de las superficies. Si han de utilizarse fuentes de iluminación específicas, conviene dirigir dos luces iguales hacia la superficie, desde ángulos frontales iguales, pero opuestos. Esta disposición se utiliza para realizar reproducciones, pues las sombras provocadas por la luz de un lado son iluminadas por completo por la luz de igual intensidad que proviene del lado opuesto.
Con frecuencia la textura es la parte principal del sujeto. En la fotografía de productos puede resultar conveniente resaltar, por ejemplo, la textura del pan "casero" o el aspecto crujiente de un panecillo para desayuno, o bien restar importancia a la textura de un pan blanco untado con mantequilla. Los diferentes sistemas para destacar la textura son evidentes en algunos materiales, como las lanas, las franelas, las sedas y los rasos, y en los recubrimientos antideslizantes para escaleras y en superficies para cocinas que no necesitan encerado.
En la realización de retratos, las texturas de la piel de un niño de pocos años y la de un deportista adulto requerirán iluminaciones muy diferentes; la piel de una persona que empiece a mostrar arrugas necesitará también una iluminación adecuada.
La fotografía de paisajes puede concentrarse en las masas de colores del follaje o de los campos con flores, o bien mostrar la vegetación densa y espinosa de la ladera de una montaña. En ambos casos la posición del sol en relación a la textura es muy importante. Para el efecto de color, debe hallarse por encima y por detrás de la cámara, y su luz ha de brillar siguiendo el eje del objetivo; pero para captar los troncos y los ápices agudos de los árboles, su posición tiene que ser más baja y lateral.
En las obras de arte, la textura creada puede ser un elemento expresivo primordial. Las marcas de la gubia en las esculturas de madera, el contraste entre el mármol pulido y el material circundante original rugoso, así como los puntos producidos por el martillo del platero, son tres ejemplos de ello. Para destacar el relieve tallado de una escultura se requiere una iluminación lateral intensa de la textura, mientras que para una obsidiana pulida se necesita una iluminación suave de la textura.
Para la interpretación de muchas fotografías aéreas es preferible el uso de una iluminación natural en gran escala de la textura, mientras que para comprender el contenido de un primer plano científico resulta aconsejable la iluminación en pequeña escala controlada.
Por tanto, cualquiera que sea la situación, en todas las fotografías hay que considerar las características de la textura del sujeto y la forma en que deben ser realzadas o disimuladas.
III Concurso fotográfico de UNATE “Los ojos de la Experiencia”
El concurso fotográfico “Los ojos de la experiencia” de UNATE está abierto a la participación de personas mayores de 50 años que practican la fotografía de forma amateur o profesional y se vincula a dos objetivos claros. Por un lado, poner en valor el trabajo fotográfico de las personas mayores de 50 años y, ante todo, generar conciencia...
Plazo de presentación: Hasta el 15-06-2023.
Participantes: Mayores de 50 Años y Residentes en España.
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Nachtwey se ha dedicado a documentar guerras, conflictos y problemas sociales. Ha realizado muchos reportajes en El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Líbano, Cisjordania, Gaza, Israel, Indonesia, Tailandia, India, Sri Lanka, Afganistán, Filipinas, Corea del Sur, Somalia, Sudán, Ruanda...
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